vuelvo de nuevo al mar. aquí donde me alimentaste de risa, y el sol era el gigante más tierno correteando niños sin padre. aquí, donde surcábamos el agua buscando algo que nos bastaba para existir, donde la vista no alcanza para abarcar todo el panorama, la brisa, los manglares, las viejas canoas pintadas de azul. vuelvo de nuevo al mar. hoy que me siento el hombre más pequeño de todos, el más frágil, el hombre con más lágrimas dentro. hablo de ti, pregunto si supieron que tus manos las hizo dios personalmente, que pudiste mirarlo fijamente a los ojos y te dijo un secreto que nunca contaste. te busco en las respuestas de los que aquí habitan y sé que no has muerto, que nunca lo harás. que las olas todavía no borran tus huellas de la arena, que doña marina es recordada como una mujer dulce y grande: una estrella en el firmamento que guía a todo navegante que por aquí pasa. siento que aún sopla el mismo aire que hacía ondear tu falda, y es de ahí donde esta tarde me sostengo, hoy que soy el hombre más pequeño de todos, el más frágil, el más llorón; de tu falda con flores amarillas.
Aquí uno amaneciendo a-penas con el cigarro, esperando la hora en que sea tarde para ir a trabajar, y me traes el recuerdo de una señora que una vez me llevó naranjas, de quien sólo recuerdo eso y un par de quejas a mi madre, y de quien sólo me han dicho lo alcohólica que era y sus ficherías. No me sorprende que esa señora haya sido mi abuela.
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