caja mágica en mano llegamos a ocozocoautla. fuimos testigos de los primeros cohetes estallando en el cielo. allá. lejos. donde nace la madrugada. junto al manto de estrellas. disfrutamos. reímos. nos sorprendimos. bebimos chocolate y de ese trago preparado que aligera la garganta. nos compartieron pan, tortillas y caldo de res. caminamos las calles. nos bañaron de espuma. gritamos jule jule como espantando el mal tiempo, como arreando la molestia de días gachos. atisbamos desde un agujero la caída de la tarde y vimos como la efusividad no cesaba. caja mágica en mano llegamos a ocozocoautla y nos regresamos llenos de imágenes. con el talco y el confeti en la cara. con las manos de los ancianos y la risa inacabable de los niños proyectadas en la memoria. y el color, y el carrizo, y el tambor latiendo dentro de nuestro corazón danzante. ahí estuvimos. ariel y yo. celebrando la hermandad. dándole gracias a dios, por la música, la fertilidad y la abundancia. al padre sol, por esos rayos de luz de cada mañana, por la ayuda mutua y la vibra chida y la chida vida... la armonía y el amor.
el fanático llega al estadio envuelto en la bandera del club, la cara pintada con los colores de la adorada camiseta, erizado de objetos estridentes y contundentes, y ya por el camino viene armando mucho ruido y mucho lío. nunca viene solo. metido en la barra brava, peligroso ciempiés, el humillado se hace humillante y da miedo el miedoso. la omnipotencia del domingo conjura la vida obediente del resto de la semana, la cama sin deseo, el empleo sin vocación o el ningún empleo: liberado por un día, el fanático tiene mucho que vengar... eduardo galeano